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...y lo que El Pibe se Olvidó

Donar un vuelto, cobrar en serio

por Cris Antemo                                                                                                                                                                               12-06-25

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Hay gestos que se anuncian con bombos y platillos, como si de una epopeya moral se tratara. El intendente Lisandro Matzkin decidió donar un porcentaje de su sueldo y no perdió oportunidad de hacerlo saber por todos los canales posibles, como si acabara de reinventar la filantropía. Pero cuando se rasca un poco la superficie, cuando se mira el reverso del gesto, el aplauso se transforma en mueca. Porque mientras una mano extendía billetes al “bien común”, la otra ya estaba firmando —con igual entusiasmo— una bonificación ventajosa para el hábil mandatario. Claro, todo legal, todo prolijo, todo muy justificado. Lo que no cierra es el perfume: no huele a solidaridad, huele a oportunismo cuidadosamente planificado. Veamos:
El 17 de marzo de este año el intendente Matzkin firmó un decreto que lo muestra generoso: dona el 5% de su sueldo mensual, desde el mes de marzo hasta noviembre, a diversas instituciones de bien público. Año electoral, meses de campaña incluidos… pero seguramente sólo una feliz coincidencia. Al día siguiente —sí, literalmente al día siguiente— firma otro decreto, esta vez para habilitarse a sí mismo el cobro de una bonificación del 20% por “gastos de representación”. Una mano dona, la otra cobra: 5% para afuera, 20% para adentro. Un acto de caridad y otro de astucia, ejecutados con la precisión de una coreografía. No por casualidad, una de esas donaciones —la destinada a los Bomberos Voluntarios de Pringles— se anunció públicamente en el acto por el Día del Bombero, justo en el momento y lugar donde más podía rendir en términos de imagen. Porque cuando la filantropía tiene agenda electoral, ya no es filantropía: es marketing con disfraz de civismo.
Los Decretos:






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y los Recibos que prueban la "maniobra":


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Volvamos a los orígenes, a esa etapa fundacional del vecinalismo blanco y rojo.
Casi como una postal de otro tiempo, sobrevive en algunos rincones de Internet —aunque la página web ya no exista— un afiche de los inicios del partido vecinalista Compromiso Pringles. Allí, con entusiasmo inaugural y estética amateur, prometían la “eliminación de los gastos de representación” como uno de los pilares del cambio posible.

Años más tarde, ya en la previa de asumir su primer mandato, Lisandro Matzkin reforzaba esa idea en redes sociales: “vamos a eliminar los gastos de representación del intendente”, decía. Y sumaba una promesa más ambiciosa: reducir a la mitad los cargos políticos.
Hoy, casi una década después, el archivo es testigo incómodo. Los gastos de representación siguen existiendo. Y la estructura política, lejos de haberse achicado, creció de forma exponencial. Pero ese es un tema que abordaremos en otro momento.
Como decíamos, la memoria es peligrosa, sobre todo cuando hay capturas de pantalla. Allí estaban, con sonrisas de catálogo, prometiendo eliminar los gastos de representación. Lo decían en los afiches, en las redes, en cada nota radial. Incluso el propio Matzkin, debatiendo acaloradamente en las redes con "anónimos", reafirmaba su compromiso de terminar con los privilegios y reducir a la mitad la cantidad de cargos políticos. Spoiler: nada de eso ocurrió.
Veamos lo que nos trae el archivo:



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Lo que hay aquí no es una contradicción. Es una estafa moral. Es la puesta en escena de una gestión que se alimenta del doble discurso. Mientras el intendente cobra un sueldo neto que casi multiplica por ocho al salario promedio de un trabajador municipal, sigue posando de austero.Ahora se abraza —sin sonrojarse— al discurso libertario, ese que clama por menos Estado y más tijera, justo después de haberse asegurado una tijera afilada para cortar su parte del botín municipal. ¿Qué dirán sus nuevos amigos libertarios de estos "auto-regalos", hechos, como les gusta decir, "con la nuestra"? ¿Le permitirán seguir hablando de ajuste mientras se ajusta los fajos de billetes bajo el brazo? ¿O fingirán demencia, como cuando uno se entera que el mago hace trampa, pero igual aplaude?.
Quizás todo esto sea apenas un experimento filosófico. Una prueba práctica sobre cuánto cinismo puede metabolizar una comunidad sin que se le atragante. Porque mientras algunos se emocionan con la “generosidad” del intendente, otros hacen malabares para sobrevivir con sueldos miserables. Todo encaja con una lógica impecable: prometer austeridad para después facturar a su antojo y en su beneficio. Y si algo no cierra, siempre queda el recurso infalible de mirar para otro lado.